OPINIÓN, PERIODISMO, SOCIEDAD

Covid-19: Nos hemos odiado en público

La responsabilidad juega a veces malas pasadas al periodismo. Ahí entra la ética para afrontar la forma de abordar determinadas cuestiones: La línea que limita lo que se debe contar de lo que no, siempre desde el plano de lo moral. Somos conscientes de a quienes nos dirigimos, quién es nuestro público y cómo son en realidad. Este debate interno para existir necesita de tiempo para la reflexión, además de la lógica práctica cotidiana. De improviso no se da, lo repentino suele ser forzado, antinatural y nos lleva a lugares indeseados. En este marco harto complicado, hacemos lo que podemos y esto no es suficiente.

En esta crisis sanitaria tan terrible hemos sido demasiado indulgentes con los responsables públicos, con los que ostentan cargo público. Hemos seguido a pie juntillas muchas indicaciones por esa teórica responsabilidad, tragando saliva, callándonos cosas, dejando de preguntar. Pero todo tiene un margen y considero que éste ya se ha acabado. Toca volver al principio: Hablar de los muertos, del dolor, de dejar la épica a un lado, ya que ésa será cuestión para los historiadores. Y corresponde abandonar ese lenguaje belicista que lo único que hace es inventarse otra realidad a la medida de unos pocos. Esto no es la segunda guerra mundial, es ciencia, es una pandemia con un origen, un desarrollo…

Y en esas estamos, toca ejercer el control de la gestión que se está llevando a cabo. Preguntar, repreguntar y volver a preguntar. En esta historia hay demasiados oscuros, a los que nos habrá que dar luz. No podemos dejarle esa responsabilidad a los que vendrán, es cosa nuestra. ¿Cómo es posible que los sanitarios se quejaran de falta de medios desde el minuto cero y ningún responsable haya dado cuenta real de lo sucedido y si ha hablado ha sido para hacerlo de héroes, heroínas, del Quijote? ¿Cómo es posible que traten de negar, de desdibujar tantas verdades? ¿Y qué pasa con los cajones, con nuestros muertos, con los que queríamos y se han ido por el virus? ¿Por qué no nos han dicho la verdad? ¿No la sabían o simplemente nos han mentido? ¿Cómo piensan ocultar el sol con los dedos de una mano?

Posiblemente no podamos dar respuesta a algunas cuestiones. Quizá así sea, pero lo intentaremos. No va a quedar por nosotros denunciar que se ha promovido el individualismo más sórdido, ese que apunta con el dedo de matar a alguien que camina por una acera o que en lugar de dos botes de alcohol compró seis. Se les ha aplaudido y también a los que decían que las mascarillas no valían, pero al mismo tiempo se las guardaban en su mesilla de noche para tenerlas por las que vendrán. Nos hemos mirado con rencor haciendo cola para entrar en el supermercado, hemos criticado que se deje entrar primero a los ancianos, giramos la cara para identificar al que tose. Nos hemos odiado en público.

También han querido que nos distrajéramos con el buen rollo, aplaudiendo en los balcones, mientras muchos mueren desahuciados en una cama de hospital completamente solos. Supongo que está bien el respiro, que no todo puede ni deben ser lágrimas, pero eso no es excusa para que tengamos actitudes irresponsables, de párvulos. Preferimos los fuegos de artificio, atraer la atención asombrando, recreándonos en un dolor simulado o ajeno. Hemos decidido vivir en el espectáculo, en ese que nos lleva al olvido, a dónde llegaremos más pronto que tarde. Y no habrá pasado nada porque al fin y al cabo las noticias bien hechas suelen ser más aburridas.

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